Cada día que pasa en Argentina, en promedio, un hombre asesina a una mujer (o a una travesti, o a una feminidad trans)… Esto indigna y enfurece.
Lo que mas indigna y entristece, son la indiferencia, la falta de comprensión y empatía, y las justificaciones de otros hombres –y también mujeres– que buscan minimizar estos hechos, como si fuesen “casos aislados”, o perpetrados por “algún loquito suelto”, o que “no es para tanto”… o, lo que es peor, cuando culpan o responsabilizan a las víctimas (“se lo merecía”, “se lo buscó”), cuando se ponen a la defensiva (vaya a saberse por qué!), cuando piensan y hablan como “abogadxs del femicida”, cuando quieren discutir sobre ‘la inexistencia del patriarcado’ y/o del machismo (que no son la misma cosa) y –finalmente– cuando reniegan o despotrican contra el feminismo y/o las feministas.
El 3 de Junio se cumplió un nuevo aniversario del #NiUnaMenos, de esa masiva manifestación en contra de las violencias machistas, en cuya cúspide están los femicidios y ‘feminicidios’ (este último, a diferencia del ‘femicidio’ –donde se coloca la responsabilidad exclusivamente en el varón femicida–, expone también al Estado como responsable, porque no da garantías ni crea condiciones de seguridad para la vida e integridad física de las mujeres).
Lastimosamente, poco ha cambiado el panorama en estos últimos años, y la pandemia empeora la situación para niñxs y mujeres que deben pasar más tiempo con sus abusadores/torturadores.
En la facultad de Psicología se estudia algo que se llama “Subjetividad”, que es un término complejo.
¿Para qué traigo esto? Para hablar, a grandes rasgos, de la “Subjetividad masculina” y de la “subjetividad femenina”, y de los ‘mecanismos sociales’ que las van configurando.
Desde que nacemos, somos objeto de complejos mecanismos de control (y dominación), diferenciados para hombres y mujeres. Hay que ser muy necio/a para negar que existan estos mecanismos, pues está claro lo distinto que es el mundo de (y para) los hombres y de/para las mujeres (y para las identidades trans –masculinas o femeninas–, y ni hablar para las personas no-binarias).
Las niñas van aprendiendo, aceptando y naturalizando –a través de distintos medios y ‘vías’– que pueden ser cosificadas, sexualizadas, que sus cuerpos son objetos del poder y del deseo de otros (en general, hombres).
Por todos lados y EN TODO, hasta en lo más nimio de la vida, se bifurcan caminos y posibilidades distintas para ellas y para ellos, lo que llamamos “Mandatos y Estereotipos de género”…
Tomemos, por ejemplo, cómo las mujeres fueron contadas en los cuentos infantiles: siempre estuvieron pasivas y a la espera de que las rescatasen, siempre tuvieron un rol secundario, o vivieron siempre para su imagen –cuidando su cuerpo y vestimenta–, tuvieron que seguir una tradición familiar o un legado que no tuvo que ver con la elección o el deseo; se peleaban o competían entre ellas, etc.
Para ellas, la belleza aparece focalizada en lo físico, y es una belleza que, además, es inalcanzable.
¿Creen que es casual que casi todas las nenas quieran disfrazarse de princesas, y los nenes de superhéroes? Parece muy natural, no?… “Cosas de nenes”, y “cosas de nenas”… y lo que es ‘para unos’, está vedado para las ‘otras’.
Sólo basta que observen y analicen cómo es el rol de las mujeres, cuál es su nivel de importancia, cuándo son “buenas” o “malas…
A las mujeres se les reservan roles pasivos, de acompañantes, de seguidoras, de asistir, de cuidar, de comprender, de perdonar, de sumisión, de sacrificio, de limpieza, de servicio, de paciencia…
Esta inferiorización e infra-valorización de las mujeres y de lo femenino, comenzó hace miles de años… Y se avaló filosóficamente, religiosa, política, social y culturalmente…
El Patriarcado es el –quizás único– sistema social que sobrevivió a todos los cambios que hubo en la sociedad mundial, tanto a nivel político como económico; y no es ‘casual’, sino “funcional”, es difícil imaginar que el capitalismo haya podido imponerse y sobrevivir sin el “trabajo gratuito” de las mujeres en las casas, limpiar, comprar, cocinar, lavar, planchar, cuidar, atender, servir, procrear, criar).
“Bueno, pero ellas lo eligen”… dicen algunxs.
¿No les parece raro que las mujeres “elijan” vivir con sus golpeadores, humilladores, con sus potenciales femicidas? ¿No les llama la atención que “elijan” ser prostituidas, y pretender hacer de ello una profesión? (que vale aclarar: es para uso y abuso masculino, para satisfacer su afán de violencia sexualizada, donde la mujer –o travesti o trans– es cosificada)…
“¿Qué hacía ahí… por qué iba sola?… por qué se pintó los labios?… por qué se vistió así?… por qué sale si tiene hijxs?… por qué no hizo que él se ponga preservativo?… por qué no tomó pastillas?… por qué no se dio cuenta de que estaba con un sociópata violento?… por qué no se dio cuenta que el tipo abusó de su hijx?… por qué no se defendió?… por qué lo permitió?… por qué no aprende defensa personal?… POR QUÉ NO HIZO ALGO?”
Y cuando ELLAS hacen “algo” frente a todo este horror, esta hostilidad, odio y desprecio, frente a todas estas amenazas y frente a todas estas violencias, les salen con el “Son extremistas”, “son feminazis”, “no se comportan como las feministas ‘de antes’, que ‘sólo pedían votar y tener igualdad’…
Existen –desde ya– hombres que no adhieren ni comparten los mandatos patriarcales ni la cultura machista –aunque hayan sido socializados como tales–. Pero antes que sumarse a los paros / marchas / manifestaciones o ámbitos feministas, pueden comenzar por ‘desertar’ primero de las filas del machismo, por interpelar toda práctica machista en su entorno de amigos/ compañeros/ conocidos, por no ser cómplices silenciosos de las violencias sexistas, por des-vincularse y agruparse con otros para alzar su voz en contra del ‘orden social patriarcal’.
Es urgente y necesario empezar a replantearnos todas estas y otras cosas… Esta sociedad sigue produciendo victimarios varones, y víctimas mujeres.
Fuente: www.vivirsanamente.com.ar