Vacunaciones: El escándalo para recibir la Sputnik V de la amistad

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La confesión pública del periodista Horacio Verbitsky al contar que recibió la vacuna por su amistad con Ginés González García provocó la renuncia del ministro. La revelación hizo pasar a segundo plano las protestas en CABA por la caótica desorganización de los turnos de vacunación que contrastó con el programado operativo en provincia de Buenos Aires.

El alejamiento del ministro de Salud, Ginés González por el escándalo de la vacunación VIP golpeó al gobierno por una autoimputación pública del periodista Horacio Verbitsky, titular del CELS y durante muchos años columnista en Página 12. La sorpresiva declaración de que había llamado a su amigo Ginés para ser vacunado, salteándose el orden de prioridades establecido por las autoridades sanitarias levantó una ola de rechazos y críticas y provocó que el presidente Alberto Fernández pidiera la renuncia de Ginés, un ministro que ha sido esencial en los esfuerzos contra la epidemia.

El impacto resulta tan fuerte porque involucra a dos protagonistas destacados y porque no resiste ninguna excusa. Todos tienen contagiados en la familia. Y hay ciudadanos con enfermedades de riesgo, furiosos porque no se han podido inscribir en el programa de vacunación de CABA por la imprevisión del gobierno de Horacio Rodríguez Larreta que hizo colapsar la página web correspondiente. Y resulta ofensivo que esos ciudadanos con enfermedades de alto riesgo no puedan vacunarse y sí lo haga un amigo del ministro.

El escándalo de la vacunación VIP se produjo cuando la gestión del gobierno había logrado metas importantes con relación a la epidemia y las vacunas. Y había sacado mucha ventaja sobre una oposición que no encontraba un argumento que golpeara con tanta fuerza como este escándalo generado desde dentro del oficialismo.

El gobernador bonaerense Axel Kiciloff lleva vacunadas 237 mil personas y en cuatro días espera vacunar a 125 mil más. En cambio, por especular con los programas de vacunación, Horacio Rodríguez Larreta postergó en CABA la convocatoria y todo el proceso de inscripción se convirtió ahora en un incordio para miles de personas que trataban de inscribirse todas al mismo tiempo y encontraban los sitios desbordados hasta que provocaron la caída de la página correspondiente, tal es así, que se registraron inscriptos de CABA en mesas del Partido de San martin.

En CABA, Rodríguez Larreta no quiso preparar un programa de vacunación en forma anticipada. La postergación se basó en suspicacias que intentaban cuestionar al gobierno nacional, primero por la nacionalidad y efectividad de las vacunas y después por el cumplimiento de las entregas.

Es probable que haya conseguido algo en ese sentido con sus seguidores más fanáticos. Pero lo que han conseguido al atrasar el programa de vacunación ha sido el escándalo de ayer cuando miles de personas que querían inscribir a sus familiares mayores de 80 años no pudieron hacerlo porque colapsó la página a poco de haber sido abierta.

En la provincia de Buenos Aires, Kicillof abrió las listas en enero y pocos días después tenía más de un millón de inscriptos. Rápidamente llegaron a los domicilios los mensajes con los turnos de vacunación que empezaron a cumplirse. Todo tendría que haber sido más complicado en la provincia, porque tiene más habitantes y ciudades y pueblos separados por grandes distancias. Sin embargo en CABA, por querer diferenciarse del oficialismo, Rodríguez Larreta complicó todo.

En este país que no se cansa de producir sorpresas, la epidemia ha dejado algunas moralejas bien claras. Aunque las estrategias sobre las que se basa la lucha contra la epidemia tienen una base ideológica, las vacunas no tienen ideología, sirven o no sirven.

Y en ese sentido fue un acierto del gobierno nacional haber diseñado la provisión de vacunas tomando en cuenta sus beneficios en salud, precio y logística. La otra consecuencia que se deduce de este escándalo de vacunación VIP, que tanto daño le ha costado al gobierno, es que el poder político es una responsabilidad y no un privilegio. Sin favoritismos ni acomodos.

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